Cae un obrero
herido hasta la hiel por las mandíbulas
del tiburón martillo,
y acuden al hedor de la carroña
las hienas en jauría reclamando
su cuota miserable
del pago injusto y parco
efectuado a cambio
de la esperanza exánime.
Más tarde los gusanos
descompondrán el resto.
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