Yo
-no tenía edad- no pude pronunciarme respecto a la actual Constitución.
Ni sobre el modelo de Estado, ni sobre ningún otro aspecto contenido en
la misma. Y a mis 53 años -ya veis, un tanto talludito- creo que es mi
derecho poder hacerlo. Por la memoria y el honor de mis muertos
-tiroteados por los asesinos del régimen franquista en paredones y
enterrados de manera anónima en ignominiosas cunetas-, por el futuro de
mis hijos, por un pueblo soberano en libertad y democracia, y no cautivo
de la hipócrita y aberrante pantomima que nos legó -siniestro legado-
esé apéndice de aquella criminal dictadura que sin solución de
continuidad la sucedió bajo el nombre eufemísitico de transición.
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