A Dámaso Alonso
La de Madrid es una Comunidad Autónoma
de más de un millón de cadáveres
(según informe elaborado por la Red
de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social).
Son los desposeídos, aquellos que con menos de 500
euros al mes, carecen de ayer, ahora y futuro.
A veces en la noche se revuelven queriendo incorporarse
en el nicho que alberga, desde siempre, sus restos putrefactos,
y pasan largas horas oyendo como aúlla la jauría
en un erial de huesos ajeno al bamboleo de las mareas
y al fulgor de la luna.
Y pasan largas horas aullando como perros
famélicos, sarnosos, baldíos como el polvo
de más de mil de millones de anónimos cadáveres
que yacen sin poder incorporarse
de la fosa común de la miseria
que, en las venas del mundo, ha abierto la jauría.
Y pasan largas horas, perplejos, sin confianza
en dios ni en ellos mismos, sin siquiera llegar a preguntarse
por qué se están pudriendo lentamente
más de un millón de víctimas, de olvidados cadáveres
en la Comunidad
de Madrid; sin siquiera llegar a preguntarse
por qué se están pudriendo lentamente
los más de mil millones de cadáveres
que habitan en la carne miserable de los desposeídos de este mundo.
No saben, olvidaron, habrá que recordarles
que, de la podredumbre, a poco que se mime la simiente,
pueden brotar rosales
ardientes como el sol del mediodía,
llamados a ser hoz de los abrojos que sirven de alimento a jauría.
En la imagen: Túnel de la M-30, una noche cualquiera.
Emocionante evocación del clásico del 27
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