De aguantarme las ganas
de llamarte nombrándote,
he olvidado tu nombre.
Cómo habré de nombrarte
sin nombrarte, en silencio.
Volcán no es apropiado.
Ni Sol; me dejas frío.
Recordando tu voz,
pienso en nombrarte Música,
pero irrumpe el estrépito
del silencio quebrando
partituras y acordes.
Niebla –me digo. ¡Niebla!;
y me asalta la luz
de tu ojos esquivos
calcinándome en sueños.
¡Lluvia! ¡Oasis! ¡Rocío!,
pero la sed arrasa
mi garganta y el verbo.
¿Acaso Flor? ¿Acaso
es posible el aroma
de una flor en la arena
sódica del desierto?
Imposible nombrarte.
Pero si en un aullido
prodigioso alcanzase
a nombrarte en la noche,
serías Luna. Luna
halando a todas horas
de mis aguas exánimes,
moviéndome a tu antojo,
huraña, inalcanzable.
La luna mutable que tanto juego ha dado a la astrología para indagar en las relaciones humanas
ResponderEliminarQué maravilla! La luna...siempre.Abrazos
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