jueves, 29 de mayo de 2014

La simiente

"podrá no haber poetas; pero siempre
habrá poesía."

Gustavo Adolfo Bécquer

Cultivaba palabras
y le brotaban números,
arduas operaciones aritméticas
con, siempre, el mismo y parco resultado:
desoladores ceros a la izquierda,
ungidos de silencio.
"Esta tierra no es buena" -se dijo un día, hastiado
de tanto cosechar frutos inanes.
Y abandonó el terruño
que amaba más que a un hijo, que a una madre,
y, sin mirar atrás, corrió a la búsqueda
de un territorio fértil donde sembrar un salmo.
Pero el agua y la tierra
nunca le fueron favorables,
y terminó muriendo

con las uñas gastadas de abrir surcos estériles
en pagos salpicados de nostalgia.
Fue inhumado en su tierra
natal, sin ceremonia, deudos ni plañideras.
Nueve lunas después, sobre su tumba,
nació una flor perenne,
cuajada de poemas.

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