lunes, 14 de abril de 2014

Recuerdos de adolescecia (3): El invierno (Carlos Parejo)


La fría lluvia tamborilea en los cristales mientras toda la habitación se inunda del olor de la alhucema quemada en el brasero de la mesa camilla. En una esquina, pedaleo infatigable la máquina de coser con el pundonor de los ciclistas en los puertos de alta montaña. Estoy confeccionando mi ajuar de novia con lo aprendido en la academia de corte y confección: ropa íntima, camisas, trajes sport, sábanas, manteles y servilletas… Mi hermano pequeño hizo de recadero. Lié en un paquete todas las cartas y se las devolví al pretendiente rechazado, el futuro aviador. El me devolvió las mías, que las hice arder como manda el protocolo. Y es que me he prometido con el alférez universitario que, además de guapo, es serio y formal.

Se acerca la Navidad. Hemos comprado algunos dulces y mantecados, más bien poquitos, en el Economato militar. Las perras gordas que han sobrado las voy sacando poco a poco de la hucha del cerdito. Con ellas doy el “aguinaldo” a la procesión de empleados que viene a llamar a las puertas de mi casa por estas fechas: El cartero, el sereno, el basurero, el panadero, el afilador…

Este año nos hemos divertido de lo lindo tras la “Misa del gallo”. El chiquirritín de los vecinos ha sido envuelto en pañales como un niño Jesús. Sus dos hermanos pequeños se disfrazaron de pastores, mi hermano protagonizó a San José –con barba postiza marrón- y yo fui la Virgen María. En el salón de estar, decorado con un papel pintado de pueblo de Belén y cielo estrellado, los mayores nos cantaron villancicos hasta altas horas de la madrugada.

(¢) Carlos Parejo Delgado

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