Cuando la abordó el bobo feroz a las
puertas de aquel local de speed dating, Caperucita se puso la mar de
contenta. Aquel tan peludo como inesperado pretendiente podía
terminar por constituirse en el bálsamo que la resarciese de su tan
catastrófica y poco productiva noche. Y no se equivocaba. Ya en lo
que le dijeron era la casa de la abuelita, que pese a sobrepasar con
creces los cincuenta, aún conservaba casi intactos los muchos dones
con los que había sido agraciada por la naturaleza, el bobo, en
apasionado trío, se portó como el más feroz y tierno a un tiempo
de los amantes, antes de que le desvalijasen la cartera, le hurtasen
el reloj, sus calzoncillos Calvin Klein –de diseño exclusivo- y
una pluma estilográfica que hacía ya una eternidad le había
regalado E., su más querida, boba y nada feroz amiga.
¿Es un cuento para niños o un relato erótico festivo de Bocaccio?
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