No escuchéis al silencio.
Esconde en sus entrañas malas hierbas,
semillas de animales
venenosos, las razones del cántico.
Yo he de seguir sus huellas -lo deseo-
hasta el nexo del ojo que me mira
desde el fondo sin centro del abismo.
Pero vosotros, no, no lo escuchéis;
el centro de su voz es la mentira;
o el silencio: la única
verdad, la sed
definitiva, insípida, sed última.
El silencio es sed cuando se busca la conversación amable en el desierto humano...
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