(¡Que soy compañero, coño!)
El ruin encapuchado
arremete, violento,
contra la policía,
y es la mecha que inflama
y hace estallar la pólvora
engendrada por leyes
dictadas sin escrúpulos
por inicuos sociópatas,
para legalizar
desigualdad y robo
de cuello y guante blanco,
y condenar con ello
al pueblo a la miseria.
El ruin encapuchado
desencadena el caos,
mudando una pacífica
protesta ciudadana
en batalla campal.
Unas horas más tarde,
luego de despojarse
de su cobarde máscara
y uniforme de guerra,
con unas cuantas rayas
de coca para el cuerpo,
violenta en un prostíbulo
a una puta esgrimiendo
su placa y condición
de sicario verdugo,
a objeto de que le haga
una mamada gratis.
Cuentan las malas lenguas
de izquierda radical
que unos enchaquetados
anónimos con pinta
de alto cargo político
y rango policial,
jaleaban al infame,
en tanto, como siempre,
con máscara o sin ella,
perpetraba sin alma
ni cojones su empeño
de macho alfa impotente.
Viva el pacifismo
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