“Al cielo van los buenos,
los malos, al infierno”
proclaman los perversos
a fin de someternos.
Y, taimados, imponen
su hipócrita tratado
de bondad: obediencia
y fe ciega al tirano.
Contra este catecismo,
escrito con cinismo
con la sangre del pueblo
maltrecho, me sublevo
y grito “la miseria
no es un don; ni de hinojos
humillarse, a la espera
del cielo, es virtuoso.
Frente a ese don, mi don
es la alta rebelión
en pos de la justicia
para malos y buenos.”
(Aun mucho más difícil
que un camello sediento
llegue al húmedo oasis
pasando por el ojo
de una aguja perdida
en pajar o desierto,
es que un sumiso alcance
el reino de los cielos)
Estás hecho un profeta del XXI
ResponderEliminar