Hubo una vez... No, no hubo nada;
son las fabulaciones de un vencido
a fin de suavizar el trago hirsuto
que emana como hiel de sus certezas.
Cómo anhelaba entonces ser un dios
fértil y omnipotente para en cópula
con la nada engendrar la luz, los
sueños,
las flores del almendro, el
gorrioncillo
y un tálamo de pétalos a orillas
de un río rumoroso, resguardado
de la misantropia de los años.
Pero era un accidente, un ser humano
hecho para morir sin ser simiente,
y el “érase una vez” fue sólo un
sueño
que se fue diluyendo a grandes pasos
bajo el peso del tiempo. Y de aquel
cuento
para niños con las manos vacías
sólo ha quedado miedo.
Trayectoria vital hacia un futuro ciego
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