por un barco fantasma
del país de la niebla.
Lo cato y me cautiva
con su buqué dulciárido
y me arrastra a pulmón
abierto a la más honda
guarida del silencio.
De la zozobra muda
nace una flor sin halito
-es una flor-espino.
La arranco de mi lengua
ahogada y la devoro.
Pero no se apacigua
en la ebriedad sin límites
de las vocales muertas
el violento flagelo
de la sed vaporosa.
Fotografía: Eve Arnold
Parece que has abierto un nuevo libro poético de marginados urbanos. Bien, Bien...
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