Querida
llevo la boca llena de palabras
que no supe decirte
o no tuve el valor de entre quejidos
rociar sobre tu vientre. Son gangrena.
Bajan por la garganta
y anegan los pulmones
y pasan a la sangre y a los sueños y
al semen.
Y luego están los dedos.
Hinchados de plegarias, de poemas
ahogados al nacer como gatitos
metidos en un saco y arrojados
con desdén a un estero
durante la pleamar un día de tormenta
y espectros ululando en el poniente.
Debería tirarme de cabeza
a la marisma herida por el yeso
y la ambición viral de la jauría,
y bucear entre el légamo en pos de sus
maullidos
y dejarme el pellejo intentando
salvarlos.
Pero hoy no me apetece
escribir. Me apetece
–te echo tanto de menos–
bucear entre tus piernas y en silencio
lamer sorber sorber sorber tu sexo
y aliviar la hinchazón de mi lengua
sin hálito.
la marisma herida por el yeso, que metáfora tan juanramoniana. Lo demás es X
ResponderEliminarPrecioso!
ResponderEliminarNo puedo acotar más porque sería dar vueltas y redundar…¡Para leer mil veces!
Y este verso, ay…“ahogados al nacer como gatitos”