Una preposición petrificada
-monumental esfera de basalto-
y un adverbio de gélido destiempo
con una inclinación que ni el más fuerte
ciclista de la historia
atiborrado de anabolizantes podría coronarlo
dan forma en conjunción a lo execrable.
Puede que no comprendan lo descrito
aquellos que no leen entre líneas
y aun ni los más expertos
lectores de excrementos de calandria
y tripas de abubilla.
Que no se alarme nadie
pensándose un borrico sin dos dedos
de frente y menos luces
que el último arrabal de la metrópoli
donde habitan los muertos que se sueñan
héroes y semidioses inmortales;
yo tampoco comprendo
o puede que me niegue a comprender
la magnitud ciclópea de esta pena
impuesta sin piedad a mis pecados.
Y que alguien contumaz en cuerpo y alma
venga a echar una mano. Al cabo es divertido
-si sabes al mal tiempo ponerle buena cara-
ver rodar el futuro cuesta abajo
una vez y otra y otra hasta la saciedad
camino a las cloacas.
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