viernes, 29 de noviembre de 2013

La escena del crimen


Un no sé qué indefinible me decía que no debía traspasar aquella puerta. Pero, como hasta aquel aciago acontecimiento había sucedido siempre, la curiosidad terminó por poderle a aquella desasosegante aleación de cautela y miedo que me invadía desde la piel hasta los tuétanos. En el centro de la estancia, limpia como una patena, sobre una sobria bandeja de acero inoxidable, ubicada en uno de los extremos de un diván de estilo rococó -según pude saber algún tiempo después gracias a Wikipedia-, yacía la cabeza de un decapitado. Me miró con desgana desde la profundidad atormentada de sus ojos "verdeoscuros" y me dijo con un susurro áspero y cansado: "Tú cuerpo me suena". Recuerdo que en ese mismo instante me oriné en los pantalones al tiempo que me desplomaba como un cervatillo malherido sobre el piso rojo de terrazo. "Querrá decir mi cara" -alcancé a balbucir en tanto trataba, amén de erguirme sin éxito alguno, de apaciguar mi espíritu repitiéndome para mis adentros que aquello no podía ser otra cosa que una pavorosa pesadilla. "QUIERO DECIR SU CUERPO -vociferó-. ¿O es que acaso está pensando que he perdido la cabeza? ¡INTOLERABLE, INTOLERABLE, siempre piensa el sayón que el otro es de su misma condición!"

Ilustración: Rene Magritte

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