Año 1963. Ramirito se llevó todo el mes de marzo recogiendo propinas: haciendo recados, las camas de sus hermanos, poniendo la mesa, limpiando los wáteres… Y se fue con Sancha a almorzar a su restaurante preferido. Un local barato para comer de cuchara con una clientela variopinta y humilde: estudiantes bohemios, pensionistas pobretones, vendedores de poca monta, albañiles… Servían unas sopas de picadillo tan inmensas que se podía nadar en ellas. Platos con regimientos de garbanzos y lentejas que resultaban interminables… Y cuando parecía que no cabía más, la fruta del tiempo como postre.
Año 2013. Jonathan y Vanessa se gastan media paga semanal en ir a la pizzería-hamburguesería que está de moda. En ella encuentran a todo el Instituto. Por una vez pueden faltar al reglamentario y pesado almuerzo de los viejos. Es tan fácil y rápido tragar lo que ponen mientras ella vocifera los últimos cotilleos con sus amigas, muy cómodamente repantigada y con los pies puestos sobre la mesa. Él se sumerge en su mundo, sentado en cuclillas como un Buda. Está encasquetado, escuchando atentamente los últimos éxitos musicales bajados de YOUTUBE.
(¢) Carlos Parejo Delgado
Genial, con todas las letras!
ResponderEliminarCuánta diferencia. El final es muy bueno, las cosas han cambiado tanto que prefiero los tiempos cuando se podía nadar en las sopas.
Besos