Según aparece prolijamente reseñado en los anales de la época, habiendo resucitado don Ramón María del Valle-Inclán en la España de mantilla y peineta y poco pan y mucho circo del año de nuestro Señor de 2013, confesó ante algunos de los literatos más renombrados del momento, sentirse, aunque un tanto achacoso y extremadamente entumecido por casi ocho décadas de obligado descanso, amén de agradecido al destino por el prodigio de aquella reencarnación misteriosa, fervientemente ilusionado por poder retomar su labor literaria. Y que, tras haberse puesto al día, medios de comunicación mediante, en la cosas y casos de aquella España histriónica, grotesca, mediocre, intolerante y pseudodemocrática, no sin antes haber dado buena cuenta de una colosal cachimba de maría, exclamó una tarde de lluvia ante los presentes “¡ESTO ES INSUPERABLE!”, para luego, ejecutando un salto del tigre digno de medalla olímpica, volverse para siempre de bruces a su tumba.
Pero, y la de esperpentos que podría escribir ahora. Uno por corrupto le saldrían ciento en horas veinticuatro...
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