Al principio de los sesenta, si un padre de familia se quitaba el cinturón era mal asunto. De hecho, era una de las armas punitivas domésticas más temidas. Si un joven llevaba la camisa por fuera de los pantalones era señal de poca educación y mucha rebeldía social. Se asociaba a temperamento delincuente y transgresor. Y las mujeres tenían cinturones no sólo para los pantalones, sino para cualquier vestido que se terciase, y con los colores a juego, naturalmente.
Medio siglo después, la moda de de los pantalones cagados - importada de los presidiarios neoyorquinos por diseñadores de culto-, y la moda sport y casual, están acabando con los cinturones. No hay hombre menor de treinta años que los use, y han ido siendo desterrados del guardarropa femenino. Los pantalones se sujetan ahora a la cintura, cuando están demasiado caídos, con un continuo y trabajoso ascenso manual, que ya parece formar parte de la vida cotidiana de cualquier mujer.
(¢) Carlos Parejo Delgado
Me gusta el título. Gracias
ResponderEliminarAún recuerdo cuando mi papá se sacaba el cinturón, algo no andaba bien (y se pondría peor) Creo que con los años el cinto va a desaparecer, y nosotros con él.
ResponderEliminarBesos Rafa