miércoles, 25 de septiembre de 2013

La cadera (Agustín Casado)

Aunque en pie sean dos fieras
y tengan como misión
darse de hostias mogollón,
zurrarse a modo y manera,
percutir el moretón,
sacudirse cual estera,
ponerte contra las cuerdas,
que escupas el protector,
la nariz hecha una mierda,
el ojo izquierdo un colchón
de amoratado color,
como un florete mi izquierda,
-tu derecha es un cañón-,
hacerte que el polvo muerdas,
arrearse hasta que pierdan
de dónde están la noción,
tomarse la delantera
en lo qu’es la puntuación,
que los puntos, campeón,
en las cejas te los dieran.
Aunque tengan la intención
sanguinaria y carnicera
de sacarte del ring fuera
de un uppercut al mentón,
hay una norma señera
a respetar, sí señor.
Y es que en llegando el dolor,
y tras la piña certera
de trapo tengan las piernas
y sonar no quiera el gong,
gancho, directo, uno-dos,
podran darse lo que quieran,
como arrean al punching ball.
Pero dejan de dar cera
hasta que cuenten entera
la cuenta de protección.
Y quizás lo mejor fuera
por ahorrarse el palizón
que volando del rincón
la toalla te rindiera.
Por eso, señor Borbón,
mientras su regia cadera
que parece de madera
lo retenga en la Quirón
peor que mal nacido fuera,
oportunista, un cabrón,
quien se tome la ocasión,
ventajista, ruín, artera,
de pedir su abdicación,
de recordar tan siquiera
cómo antes de que muriera
al enano de El Ferrol
le juró lealtad entera
jurando que sí, señor,
que el Movimiento soy yo.
Mala puñalá le dieran
a quien le miente ahora el Noos,
a la tiesa de su nuera,
o esa su real ceguera
pa’sus yernos, pa’los dos;
que uno tan listo saliera
y el otro tan tontorrón.
Malhaya quien adujera
denominación certera
la de su yate el Bribón.
O esa envidia puñetera
que a tan alto chicarrón
guapo y además ligón
nuestra lengua de portera
difama con el rumor
de que en asuntos de amor
se nos pone por montera
ley, prudencia y discreción;
total una bagatela,
la Corina en la Zarzuela,
doña Sofía en Londón.
Y en las cuestiones de tela
todo el mundo es un fisgón
que hay quien pide curiosón
husmearos la cartera.
O que tras pedir perdón
de aquella forma sincera
pediros cuentas quisieran
por un elefante o dos.
¡De don Juan herencia era
la cartilla de Geneva!
No señor, no seré yo
Quien emplee su cojera
pa’la puñalá trapera
por la espalda y a traición.
Tampoco usaré la treta
de decir que no sois vos
en caso de abdicación
el que hiciera la maleta,
que tras tanta operación,
tanta prótesis inserta,
tanto implante, cosa cierta,
más aquello del pulmón,
recambiado pieza a pieza
no sois ya el mismo Borbón.
Confiando y a la espera
De que amaine este follón
hago ahora una excepción
y a San Juan pongo una vela
deseando de corazón
que pronto esa su cadera
no precise de muleta
pa’bailar un reguetón.

Texto e ilustración: Agustín Casado

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