Una mujer sin rostro –estoy temblando–
me arranca el corazón
y lo devora. Luego
posa sus manos frías
sobre la herida abierta y la comprime.
“Te retendré –dice– a mi lado
siempre;
no dejaré que mueras. Ahora,
no dejaré que mueras. Ahora,
duerme.”
Haya amores que gustan de ver dormido y aletargado al ser amado
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