martes, 23 de julio de 2013

Modestia aparte


A Agustín Casado

No es falsa modestia. Es el resultado de un largo y siempre inconcluso proceso de autoevaluación con el que pretendo ser justo e imparcial, amén de con los demás -nada es evaluable si no lo es en relación con su contexto-, conmigo mismo. Todos, aunque haya muchos que no lo sepan, tenemos cosas que decir y, si nos lo proponemos, podemos decirlas. El resto lo hace la práctica. Mi única virtud quizás sea, tras haber tomado conciencia de ese potencial, el esfuerzo permanente en pos de desarrollarlo. Como han hecho otros tantos. Gotas de agua formando parte de ese ciclo hidrológico de la palabra tan a menudo fecundo pero tan devastador en ocasiones. O insignificantes granos de arena en un desierto sin confines aparentes. He aliviado mi sed con muchas. Y he tenido que sacarme muchos de los lagrimales. Y no he encontrado nada que me empuje a pensar que destaco o me diferencio aun someramente del resto. En cualquier caso, todo lo escrito hasta la fecha y lo que se pueda a llegar a escribir en el futuro no es de nadie y nos pertenece a todos, es el fruto de la experiencia y el esfuerzo colectivos desde los albores de los tiempos. Los derechos de autor, como la propiedad privada, son una trampa del capitalismo -que ha existido desde casi siempre. Una trampa que devalúa personas y cosas a fuerza de fragmentarlas y aislarlas para ponerlas en venta. No, no es falsa modestia; es sólo que me gusta pensar que a esta obra colectiva del decir para tratar de revalorizar el mundo y la vida, ese mar infinito del que mis palabras no son más que una minúscula gota, le queda aún mucho camino por recorrer. Un camino necesario por el que únicamente avanzaremos si somos capaces de zafarnos de las arenas movedizas de la egolatría. O eso o el estrépito del silencio. Modestia aparte.

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