Con las horas contadas y ateo hasta la médula,
le rezo a mis demonios: un nombre de mujer
de dicción imposible y un patio porticado
que preside un magnolio sin fragancia en sus flores.
No espero que un prodigio se obre de mis plegarias.
Pero recuerdo el tiempo en que una fe pagana
anegaba mi olfato y mi boca de cánticos
con aroma a futuro, y, por costumbre, rezo.
Nada importa que estén los altares en ruinas
y enterrados los ángeles con sus alas cortadas
bajo el boj y el romero. Ateo sin esperanza
pagana sólo puedo matar, rezando, el tiempo.
Esos dioses terrenales, que no demonios, en forma de mujer...
ResponderEliminarMejor sigue ateo, no vale la pena Rafa. Igual, no creo en tus demonios.
ResponderEliminarbesos