En el muro de carga que sostiene la espesa cerrazón del laberinto, hay un reloj de péndulo sin péndulo. Tumbado en posición fetal sobre el vacío, oigo el paso del tiempo. No lo quiero escuchar, pero me grita en una jerga ignota que, abrasiva, se traduce en espanto. ¿Será esto lo que nombran silencio los que han muerto al alba en el cadalso?
Hay tantos tipos de muerte que mejor no preguntarse. "Un reloj de péndulo sin péndulo", me encantó.
ResponderEliminarBesos