Sí, queridos míos. Está en todas las guías turísticas del mundo. Motivos los hay de sobras. Veréis:
Las motocicletas aparcan indiscriminadamente sobre las aceras para desesperación de minusválidos y madres con carros de ruedas. Y, cuando están en marcha, agobian al viandante de acera estrecha, circulando contramano detrás de él, acelerando y tocando el claxon, en busca del atajo perfecto.
Los veladores se han extendido como una plaga. Cualquier fin de semana hay que irlos sorteando, como equilibrista de circo, con un pie en la calzada y otro en el bordillo de la acera. Los camareros salen de sus boxes a toda velocidad, cargados de bandejas dispuestas a abalanzarse sobre quién se interponga. Un bosque de piernas y brazos se encoge y alarga mientras el peatón pasa con un ojo mirando adelante y otro al lado.
Cuando se llega al puente de Isabel II la cosa empeora. Decenas de turistas te imploran con los ojos que te detengas, han de hacerse la foto tópica con el río y la torre del Oro y la Giralda al fondo. Cuando pasas, te encuentras un grupo embobado mirando las firmas de los candados del amor, colgados de las barandillas. Nuevo frenazo. El tráfico se hace más denso que en la SE-30. Por el carril izquierdo viene un ciclista dejando afónico su timbre y por el derecho, una excursión estudiantil de primavera en cerrada formación espartana. No te queda más remedio que pararte y charlar imaginariamente con los patos grises y blancos.
(¢) Carlos Parejo Delgado
Pues ante todod...viva Triana...un saludo desde Murcia...
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