Hablan
sobre el "adelgazamiento" del Estado con el desparpajo y la indolencia
de los que se piensan impunes. De los que se otorgan a sí mismos la
condición de miembros de una estirpe superior tocada por la mano de los
dioses. No obstante, aún se escudan cobardemente en el eufemismo. Porque
adelgazamiento del "Estado" significa hambre y frío y sed y cadenas y
marginación y desesperanza y tristeza
para el pueblo. Ese pueblo al que ya han obligado a colocarse a cuatro
patas para, con el sadismo propio de déspotas e inquisidores, proceder
reiteradamente a su violación salvaje. Lo cierto es que, observándolos
en su criminal cinismo heredero del aceite de ricino y los fusilamientos
al alba de aquel infausto Generalísimo, de aquel nauseabundo y
detestable golpista por la gracia de dios, dan ganas de desempolvar las
guillotinas. Pero no; así no se haría justicia. Porque, a veces, ni la
ley del Talión es suficiente. Lo justo -y ejemplarizante- sería
condenarlos a la intemperie hasta el fin de sus días. Desnudos. Viéndose
obligados a buscarse el alimento entre la putrefacción de los
contenedores de basura. Teniendo que dormir en las cloacas, que es lugar
que por su naturaleza les corresponde. Para que comprendieran en toda
su crudeza el significado de sus propias consignas. Para que bebiesen
del amargo tósigo al que ya han sentenciado sin posibilidad alguna de
apelación a los pueblos de España. El tósigo de la miseria.
Si siquiera uno de cada diez miembros del PP hubieran vivido en la pobreza qué distinto gallearían. Bonita reflexión inicial. y cuando te sulfures piensa en Gandhi
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