Pidieron siete vidas. Y el genio de la lámpara
se las otorgó complaciente. Para su desgracia, olvidaron ciertas
especificaciones. Porque ser cebados a destajo para terminar escuchando
los pávidos gruñidos de aquellos que te preceden en el estrecho callejón
sin vuelta atrás ni salida que lleva hasta el cuchillo del matarife, no
hay cerdo que lo soporte por más de una existencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario