sábado, 16 de marzo de 2013

Carta abierta a un sicario

Despreciado Sr. Rajoy:

Yo, ciudadano español, al que usted y sus secuaces pretenden convertir en súbdito, me dirijo a su nauseabunda e ingrata persona para explicarle que si pago mis impuestos con disciplina espartana, lo hago para que en España la sanidad y la educación sean públicas y universales y presten sus servicios a todos por igual; para que a nuestros mayores y a todos aquellos que sufrieron la desgracia de perder su empleo, el Estado les proporcione los recursos necesarios para vivir dignamente; para que las personas dependientes sean atendidas en todo lo necesario; para la libertad, la justicia, la solidaridad, la democracia; para que se trate de procurar a todos y cada uno de mis semejantes algo tan fácil y a la vez tan difícil y nunca completo como la felicidad.

Pero usted, abominable y prepotente guiñol de sus amos; usted que, desde el momento en que ha sido, entre otras tantas maldades, causa de suicidios, infartos y depresiones, pasa a dejar de ser un demócrata para convertirse en un malhechor, en un criminal con premeditación y alevosía; usted me defrauda, me estafa, me ningunea, me roba, nos roba, y dedica mis impuestos -eso que es producto de mi esfuerzo y solidaridad- y los de todos los españoles a satisfacer la avaricia facinerosa y tantas veces letal de las mafias empresariales y financieras.

Por todo ello, me veo legitimado para decirle que es usted un tirano, un perro, un bastardo, un torturador despiadado. Que no es ya que no me represente, es que para mí no vale lo que un gusano. Que me iría de copas para celebrar que un infarto o un suicidio como esos otros de los que usted es mano ejecutora en la sombra, nos librase de la pesadilla que supone su presencia, haciendo del mundo un lugar mejor. Que es usted una alimaña, un vampiro, un demonio. Que me cago en todo lo suyo, pedazo de macho cabrío. Muérase, Sr. Rajoy.

Sin más, por el momento, se despide con la más sincera aspereza y antipatía hacia usted

Rafael León.

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