Noche tras noche escribo
lo que no sé decir, lo que no debo
ni puedo desvelar: ese alarido,
vano lamento críptico,
con la lengua amputada,
de orfandad sin consuelo,
que pesa como roca
de Sísifo ligada
con una soga al cuello.
Y cómo me atormenta
advertir que el silencio
al que sucumbe el cántico
no es más que un eufemismo
inhumando tu nombre.
La musa innombrable y el poeta tenaz
ResponderEliminarO...la musa insistente y el poeta sordo...jeje es "pa" incordiar.
ResponderEliminarqué precioso poema...