Con los labios resecos
por la duda y el miedo
despiadado a perderla,
le rogué una certeza.
Y no sé si por causa
de su sordera o bien
por socarronería,
me la sirvió sin gas
y tibia más que fría.
Eso sí, acompañada
de una jugosa tapa
de tortilla. No estuvo
del todo mal por un euro cincuenta.
Con el tiempo hasta las gallinas entrarán en crisis!
ResponderEliminar