Si Ludwig van Beethoven
volviese, como dicen que hizo Lázaro
–y yo que no termino de creérmelo–,
del mundo de los muertos,
en vista del estruendo que preside
las actuales tendencias musicales,
no rogaría a dios lo devolviese
a su tranquila tumba con urgencia;
Beethoven, ya es de sobra conocido,
al fin de su afinada vida estaba
más sordo que una tapia.
volviese, como dicen que hizo Lázaro
–y yo que no termino de creérmelo–,
del mundo de los muertos,
en vista del estruendo que preside
las actuales tendencias musicales,
no rogaría a dios lo devolviese
a su tranquila tumba con urgencia;
Beethoven, ya es de sobra conocido,
al fin de su afinada vida estaba
más sordo que una tapia.
Y, sin embargo, en su bestial sordera compuso páginas insignes de una música que llevaba dentro.
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