No será, lo presiento.
En mitad de la noche
–tiniebla inabarcable enmascarada
por un plácido sueño–
me desvelo rodeado de lobos en un
páramo
atestado de nieve.
No debería estar aquí a estas horas
–en este no lugar que arde sin
tiempo–
anegado de vértigo y matices
que desnaturalizan lo innombrable.
Pero recuerda siempre
aquello que no habré de reiterarte:
lo exánime a pesar de ser rescoldo,
lo absurdo por prohibido.
Qué mundo tan terrible puede ser el de las pesadillas
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