Nunca estuve de acuerdo.
Es más, siempre pensé
un acto pusilánime
y un alta felonía
para con uno mismo,
por no poder con él,
por no poder con él,
unirse al enemigo.
Aún lo sigo pensando.
Pero, sin esperanzas
ni valor para hacer
ya por más tiempo frente
con la palabra al miedo,
me mudo hoy, traicionándome,
aliado del silencio.
¿Que aún se escucha mi cántico?
No es más que un espejismo
y yo, un pútrido espectro
rendido a sus fantasmas,
que si aún sigue clamando
es sólo porque sabe
que lo hace en el desierto.
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