(o más "cornás" pega el hambre)
Triste y sola en un tejado
maullaba hambrienta a la luna
una gata que a la una
no había aún probado bocado.
¡Malhaya su gato amado!,
que con dos gatas albinas
tan promiscuas como finas,
pretendiendo un revolcón,
se había zampado el salmón
de la piel a las espinas.
El gato, una vez jodido, solo piensa en el plato servido.
ResponderEliminarLa gata, una vez colmada,
se lamenta enamorada.