jueves, 8 de noviembre de 2012

Estampida


¡Cultura sin recortes! –reclaman artistas de todo pelaje. Por su parte, enfermos y profesionales médicos demandan una sanidad sin recortes. ¡No al recorte educativo! –exigen maestros, alumnos, padres de alumnos y un señor de Murcia que no era nada de eso y pasaba por allí el día de la reivindicación de educadores y educandos –todo un marciano, sin duda, el tal señor. ¡Ni un céntimo menos para las políticas científicas! –claman, tan vehementes como compungidos, los investigadores. Y así un largó etcétera. Cada cual arrimando el ascua a su sardina, sin reparar en que, de este modo, más pronto que tarde, tras zamparse al clupeido, nos devorará el tiburón. ¿Y si, al unísono, reivindicásemos, no ya que no se recorte, sino que se amplíe hasta ser plena, esta democracia mórbida y raquítica, agonizante ya, que nos fue legada por esa gran estafa a la que se ha dado el nombre de transición? Porque otra cosa sería –lo es de hecho- confundir las partes con el todo; y si esto no suele acarrear nada positivo casi nunca, menos aun en este periodo aciago en el que el afán por esclavizarnos ha dejado de ir al paso para marchar a todo gas, amenazadoramente desbocado.

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