Alfredo
-con 54 primaveras que, de súbito, se habían mudado hacía ya demasiado
en crudos inviernos de limosna e intemperie a golpe de ERE parido por la
evasión de capital a paraísos fiscales-, tratando de cumplir con los
preceptos legales que le diesen derecho a percibir una mierda de
subsidio de manos de un severísimo y manirroto padrastro Estado, se
encadenó a la pata de la mesa del director del INEM de su barrio. “VUSCO
TRAVAJO. Y no me iré de aquí asta pasado un mes pa demostrarlo” -rezaba
la pancarta de la que se acompañaba. Ahora Alfredo es feliz en el penal
de El Puerto; “Al menos, cuando salga de aquí -piensa-, tendré derecho a
la prestación por desempleo”.
es un relato con un final un poco raro
ResponderEliminar