Rodrigo Nerva se enamoró por INTERNET cuando rozaba el medio siglo de vida. Al principio, sólo sentía una emoción eléctrica, indescifrable y oculta por Violeta Silvestre. Pero sus respuestas, llenas de cálida ternura y espontánea intimidad, le fueron inundando de deseo.
Y así, estableció una nueva capital para su reino del Amor, situada a miles de kilómetros de su hogar. Y Comenzó a escribirle diariamente hervorosos poemas trasatlánticos.
Ella, flechada por el ciego Cupido, le contestaba: “Tus poemas van llenando irremediablemente mi mesilla de noche. Y cuando los leo, ante sus abrasantes insinuaciones, me pregunto en silencio: ¿entorno los ojos? ¿libero un suspiro? ¿Afirmo con la cabeza? Cruzar el Océano para conocerte, me parece tan difícil como entrar en un barrio prohibido por peligroso. No estamos en el Japón feudal, donde las concubinas vivían con las primeras esposas y el resto de la familia. El siglo XXI es el de la frágil pareja solitaria, que se consagra a la banal seguridad, aunque uno se envare y naufrague cuanto más se apega.”
© Carlos Parejo Delgado
...y tan verosimil
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