En la hora taciturna en que las ratas
rondan inextricables callejones
royendo las estrellas atrapadas
en el azogue ajado de los charcos,
la noche, en su mudez, se fosiliza
y a ratos vierte cáusticos pedriscos
sobre esta primavera sin jazmines
ni grillos en la fronda de los sueños.
No obstante, en duermevela, te imagino,
paseando en un jardín de luz y flores,
locuaz, sonriente, recia,
incombustible,
y yo también sonrío
antes de consumir la última brizna
de cántico celeste en que me aliento.
Ilustración: “Mujer con sombrilla”, de Auguste Renoir.
Juegas en el poema con el brusco contraste de la calle enratizada y muerta y el jardín idílico por el que trota la seoñada dama. Bello.
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