lunes, 2 de abril de 2012

Fábula roja


-Tampoco esta noche puedo dormir; hay algo inquietante y oscuro en la luz de las estrellas.

-¿Te busco un diazepam?

-Me mata los sueños. Quiero decir que me los remata en su agonía. Y, cuando despierto, tengo en la boca un insoportable sabor a carroña de utopías.

-Puedes probar a contar borregos.

-Eso sería mezclar churras con merinas.

-No entiendo la metáfora.

-Me refiero a que hay lobos con piel de cordero.

-¿La zorra guardando el gallinero?

-Esquilmándolo. Pero, ya que parece inevitable, contemos. Un borrego, dos borregos, tres borregos (...) un millón trescientos trece mil trescientos trece borregos... ¡oh, Marx mío!...

-¿Qué sucede?

-¡Una oveja negra, una oveja negra!

-¿Cómo puedes saberlo?; las estrellas agonizan, todo está oscuro. Probablemente no sea más que una ilusión panóptica, quizá una pesadilla ciega.

-¡No, no, no!, brillan en sus ojos una hoz y un martillo.

-¡Oh, qué espanto! ¡Vendrá a degollarnos!

-No, está segando de raíz las alambradas.

-¡Huyamos, huyamos!

-No, ya no hay territorios libres para el exilio.

-¿Entonces?

-¡Luchemos!

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