Agujas carcomidas de destiempo; por esa áspera herrumbre que destila la ausencia. Añicos de cristales en la esfera sin centro que estalló con estrépito, tras un ambiguo cruce de caminos -periplo equivocado-, que abrió el abismo agónico donde habita el olvido, donde el silencio es pauta y el salitre un espectro -amarga mar sin nombre de hojas secas- adherido a las llagas con encono, con avaricia insomne, como un turbión de hiedra. En el reloj sin pulso, aún late desbocada gota a gota, la fiel melancolía.
¡Qué desolación! Qué amargas las horas!
ResponderEliminarMis besos