Soñé que la semilla aquella frágil que se llevó la lluvia aguas abajo, cubierta por un manto de hirsutos sedimentos, aún respira. Y ando desde esa noche como loco, abriendo con las uñas las entrañas a la tierra, talando la maraña que la cubre con los dientes, escupiendo a los cielos con encono por esta eterna noche sin estrellas que anula el firmamento. Y arrastro mis entrañas por los páramos, dejándome la piel entre las piedras, el aliento enredado entre los huesos que exhumo por mis ansias desbocadas turbando la ataraxia de los muertos. Y aullando como un alma de ultratumba invoco ¡ROSA!, sin que un eco piadoso me traiga entre sus alas siquiera su fragancia.
Si no soñamos eso.... si dejamos de soñar en semillas que puedan llegar a germinar...¿Qué sentido tendría muchos de nuestros momentos?
ResponderEliminarAbrazos, Poeta jardinero !
Seguir soñando lo que parezca imposible, pues a veces se convierte en realidad.
ResponderEliminarMejor la improbabilidad que la imposibilidad.
Abrazo