CUANDO, por un golpe de azar, arribó a lo que en su infierno se antojaba a todos como el paraíso, no era más que un montón de huesos. Esa misma tarde, a las puertas de una clínica de dietética, se topó de bruces con aquel sarcástico y -pensó- paradójico anuncio publicitario: “ADELGACE COMIENDO”. Y, sin tomar para nada en consideración el primer término de la, para ella, irresoluble ecuación, entró en el establecimiento, movida por aquella esperanzadora promesa hasta sólo unas días antes intransmutable quimera. En un mes puso doce kilos. Pero ni se le pasó por la imaginación interponer una demanda por publicidad engañosa.
Me gusta!!
ResponderEliminarBienvenidos fueran esos doce kilos...