EN el fondo de aquel papel en blanco, caleidoscopio de sombras, junto a un generoso corazón sin mácula, residían sus recuerdos, los cielos nunca hollados, los horizontes rotos, sus desconcertados sentimientos. Noche a noche -lo hacía por los minúsculos poros de aquella piel de nívea oscuridad y celulosa que recubría su alma-, los iba sacando a la superficie en forma de palabras, con la sola intención de aliviar la creciente presión que, voraz como un cáncer, le iba robando el hálito, las ganas de vivir, sus cada vez más apocadas esperanzas. Pero cuánta belleza en sus letras.
Y aquella noche no pudo más; fue tan grande la presión lacerando su entraña, que decidió pintar sobre el papel una gran boca abarrotada de náuseas. Y, a descomunales arcadas, vomitó océanos de una bilis negra y pegajosa que terminó arrastrando tras de sí su corazón cansado.
Y aquella noche no pudo más; fue tan grande la presión lacerando su entraña, que decidió pintar sobre el papel una gran boca abarrotada de náuseas. Y, a descomunales arcadas, vomitó océanos de una bilis negra y pegajosa que terminó arrastrando tras de sí su corazón cansado.
¿Por qué hablan tus palabras por mi?
ResponderEliminarPrecioso!
Te abrazo en noche de luna llena.
M.
¡Qué triste final para una mujer que rebosa vida en la tinta de sus letras !
ResponderEliminarYo más bien me la imagino fecunda y plena, derramando esencias de jazmín en sus versos
Más besitos !