domingo, 26 de septiembre de 2010

Última voluntad de Lázaro


Por qué ahora que mi nada nada espera,
arriba inesperado lo esperado
antaño tanto tiempo. Tu llamado
-cuánta crueldad-, Señor, me desespera:

A qué ahora esta esperanza, hirsuta cera,
alzando en fuego fatuo lo apagado
te inquiero y rememoro, contrariado,
el lapso en que mi anhelo pereciera.

Me otorgas lo esperado mal y tarde;
ya sé de lo incompleto del deseo
mordaz que me concedes, que lo eterno

no es más que una entelequia, que no arde
perenne llama alguna. Dios, qué infierno
volver a arder; ¡ya vuélveme al Leteo!

3 comentarios:

  1. Cuando nada se espera ya ¿dónde está uno?... o será que sí se espera algo pero sólo una cosa...

    ResponderEliminar
  2. A veces, de esos momentos inesperados y sorprendentes, cuando pareciera que toda esperanza yace bajo la yedra y el moho, surge algo importante que nos zarandea. Un abrazo.

    ResponderEliminar