El poema
En tanto nos negábamos la piel,Ansiando ser lujuria, a un tiempo sed y sangre,Se hacían el amor nuestras palabras.A oscuras, por no verse delatadas,Ardientes susurraban, agónicas se ahogaban.Muriendo, renaciendo, gimieron emes trémulas,Jadearon hasta el éxtasis. Y al fin,De tanto renunciar a hacerse carne,Quedó sólo silencio sobre el tálamo;Silencio virginalY un vástago sin nombreNaciendo cada noche, aborto y llanto,Desde mis dedos muertos.
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