AQUEL martes y 13, tras levantarse con el pie izquierdo, rompió el espejo del armario, abrió un paraguas en el baño, vertió la sal sobre la mesa. Después salió a la calle y, sin casco, pasó hasta 13 veces por debajo de una escalera, se cruzó en su camino un gato negro, así como una hermosa joven pelirroja a la que -fue un flechazo compartido-, tentando una vez más a la suerte, pidió matrimonio para embarcarse con ella de inmediato en la más incierta y emotiva singladura de sus vidas.
13 de julio de 2010
Me recordo que tambien hay los anti supersticion y que terminas atados por superticiones contrarias....un abrazo.
ResponderEliminarTrepidante.
ResponderEliminarBesos.
jejejje... vaya y yo morena. Esto no es superstición, es mala, mala, mala suerte =P
ResponderEliminarDe magia cierta y "seven" por último...
Ya te he cansao, seguro!!
Muakk
A.
Pero lo que es más importante...vivieron felices y comieron perdices????
ResponderEliminarme ha encantado, es genial, un abrazo.
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