Recuerdo aún cuando, estólidos,
repudiando las ansias,
llagábamos el tiempo.
¿Cerraron ya los años
la herida purulenta
que abrió en ti la renuncia?
En honra de aquel lapso,
Espero que así fuese;
Mi amor sigue sangrando.
Derrama, en su nostalgia,
los restos moribundos
de aquel futuro ahogado,
fundiéndose a las aguas
sin mar, viento ni orillas
que emergen del pasado.
Postrado ante el ocaso
a vena y tumba abierta,
resuenan en mi pecho
graznidos de gaviota;
devoran las hirsutas
cenizas del destiempo,
los restos que el olvido
dejase, virginales,
de aquel afecto insólito,
cadáver que, en la noche,
anubla hoy mi almohada
con ojos espectrales.
La aurora es un fantasma.
Y yo soy el lugar
de sus apariciones.
repudiando las ansias,
llagábamos el tiempo.
¿Cerraron ya los años
la herida purulenta
que abrió en ti la renuncia?
En honra de aquel lapso,
Espero que así fuese;
Mi amor sigue sangrando.
Derrama, en su nostalgia,
los restos moribundos
de aquel futuro ahogado,
fundiéndose a las aguas
sin mar, viento ni orillas
que emergen del pasado.
Postrado ante el ocaso
a vena y tumba abierta,
resuenan en mi pecho
graznidos de gaviota;
devoran las hirsutas
cenizas del destiempo,
los restos que el olvido
dejase, virginales,
de aquel afecto insólito,
cadáver que, en la noche,
anubla hoy mi almohada
con ojos espectrales.
La aurora es un fantasma.
Y yo soy el lugar
de sus apariciones.
Qué extraño, mientras te leía, te imaginé mujer.
ResponderEliminarPues me alegra, Eleutheria, saber que es posible que en mis letras aflore la parte femenina que todos llevamos dentro.
ResponderEliminarA mí también me alegra.
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