JOSÉ Raúl Fernández ejerce como cardiólogo en La Habana. Conoce como nadie los riesgos, pero fuma compulsivamente. A sus 52 años, es un excelente profesional en su campo y, por tanto, de cuando en cuando, es requerido para asistir a algún que otro congreso internacional en la materia. Una vez allí no puede evitar sentirse avergonzado a causa de su escaso y ajado vestuario. No se trata de narcisismo, pero José Raúl es consciente de que en este mundo, y más en eventos de este tipo, la imagen, desafortunadamente, es algo muy a tener en cuenta. A José Raúl, hace unos meses, le ofrecieron formar parte de una brigada médica con destino a Bolivia. Se negó. Piensa que los médicos cubanos y las misiones humanitarias que desarrollan en otros países no son más que una burda coartada del Régimen para tratar de lavar su imagen de cara al exterior. Y, por otra parte, no puede soportar la idea de ser utilizado como moneda de cambio para la importación de gas boliviano, en tanto la sanidad en su país cada vez sufre más carencias de medios y buenos profesionales. José Raúl está locamente enamorado de Danae Oliver, una médico cubana a la que dobla la edad; pero, a causa del cariño y el respeto que siente por su esposa, se repite una y mil veces que jamás se permitiría tener nada con ella. En cualquier caso, está convencido de que, aunque llegase a salir derrotado en la lucha cruenta y permanente que mantiene contra sus deseos, no tendría opción alguna. José Raúl sabe que los sueños de Danae tienen lugar en alguna clínica muy lejos del Caribe.
Dura batalla la que sufre José Raúl,y me refiero sobre todo a la emocional; esa es muy dura.
ResponderEliminarBesos, Rafa!!
(La próxima vez prometo quedarme a las cervecitas)
Lo peor de todo, Dolo, es que es sólo una batalla en la que lo emocional y el resto van íntimamente unidos.
ResponderEliminarUn abrazo.