No soy funcionario. Pero hoy, en solidaridad con estos y, a un tiempo, convencido de que cualquier recorte en los derechos de un solo trabajador nos afecta a todos, he acudido a la concentración convocada en mi ciudad en protesta por las medidas, por el robo salvaje, indecente y cobarde que están perpetrando Zapatero y sus secuaces contra el pueblo de España para rendir pleitesía al gran capital, a esos ladrones, a esos asesinos de guante blanco responsables de la muerte prematura de millones y millones de habitantes de este ultrajado mundo, así como del empobrecimiento paulatino de los que menos tienen en esta jodida España que pareciera nunca fuese a dejar de ser aquella de charanga y pandereta que avergonzara al poeta.
Ha sido decepcionante.
En primer lugar, sólo a un descerebrado o a un vulgar y deshonesto listillo estómago-agradecido sindical se le puede ocurrir convocar un acto de este tipo a las cinco de la tarde aquí en el sur, con un levante y una humedad de la hostia y con más de 30 grados centígrados en los termómetros. Yo, tan mal pensado, soy más proclive a creer que los grandes prebostes sindicales de la provincia de Huelva han terminado por hacerse cómplices de los cuatreros políticos y económicos que nos humillan, a cambio de 30 sucias monedas de vellón, y que han convocado esta concentración sólo de cara a la galería, para lavarse las manos, y con la verdadera intención de que no fuese más que un sonoro fracaso. Como así ha sido. Sólo hubiese faltado hacerla coincidir con un partido de la selección, que ya se sabe que, en esta tierra nuestra, todos somos muy de la roja, pero muy poco de lo rojo.
Sí, un fracaso. Porque, cuando llegué frente a la subdelegación del Gobierno, el lugar de la cita, en lugar de encontrarme con una manifestación o una concentración reivindicativa con lo que me he topado ha sido con una puñetera romería. Y con muy pocos romeros. Porque allí no habrá habido, siendo generoso, más de 500 personas. Y esto, en una ciudad de más de 150.000 habitantes y en la que debe haber al menos un par de decenas de miles de funcionarios es para echarse a llorar.
Y sonoro. Porque allí a lo único que se ha dedicado el personal ha sido a tocar esas bocinas tan estruendosas y desagradables que tanto proliferan hoy día por esos estadios del demonio, impidiéndonos a los que teníamos ansias por gritar algunas verdades hacerlo. Así que me he quedado con las ganas de alzar la voz para llamar a los miembros de este gobierno putrefacto que no deja de jodernos, ladrones, sinvergüenzas, cobardes y otras cosas que, ahora, más en frío, prefiero callar porque creo que no es necesario decirlas.
Así que, tras, a pesar de lo dicho, felicitar sinceramente a los pocos funcionarios que estaban presentes –no, en cambio, a los funestos directores de orquesta de la malograda concentración-, he de reprobar a los que, a pesar de tener motivos más que suficientes para estar allí, se quedaron en casa durmiendo la siesta o apoltronados en el sofá babeando frente a cualquier basura televisiva que estuviese programada a esas horas. A estos que, finalmente, con su actitud, tendrán más que merecido cualquier recorte que se pueda producir en sus derechos por no haber luchado por ellos.
Y, haciendo un inciso para nada baladí, decir que allí me contaron que el famoso casco que perpetró la Universidad de Huelva para celebrar el Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo entrando en el deshonroso Guinness World Records hace apenas un mes, costó a la Consejería de Empleo de la Junta de Andalucía en esta época de crisis la friolera de 24.000 euros. Pa mear y no echar gota.
Así que, aunque supongo que algún profesional de la desinformación puede que ya esté barajando este titular para encabezar mañana la noticia sobre la esperpéntica romería a la que hoy he tenido la desdicha de asistir estupefacto, yo también he tenido que hacerlo, porque sí, lo que hoy ha habido frente a la subdelegación del Gobierno en Huelva ha sido mucho ruido y muy pocas nueces.
Ha sido decepcionante.
En primer lugar, sólo a un descerebrado o a un vulgar y deshonesto listillo estómago-agradecido sindical se le puede ocurrir convocar un acto de este tipo a las cinco de la tarde aquí en el sur, con un levante y una humedad de la hostia y con más de 30 grados centígrados en los termómetros. Yo, tan mal pensado, soy más proclive a creer que los grandes prebostes sindicales de la provincia de Huelva han terminado por hacerse cómplices de los cuatreros políticos y económicos que nos humillan, a cambio de 30 sucias monedas de vellón, y que han convocado esta concentración sólo de cara a la galería, para lavarse las manos, y con la verdadera intención de que no fuese más que un sonoro fracaso. Como así ha sido. Sólo hubiese faltado hacerla coincidir con un partido de la selección, que ya se sabe que, en esta tierra nuestra, todos somos muy de la roja, pero muy poco de lo rojo.
Sí, un fracaso. Porque, cuando llegué frente a la subdelegación del Gobierno, el lugar de la cita, en lugar de encontrarme con una manifestación o una concentración reivindicativa con lo que me he topado ha sido con una puñetera romería. Y con muy pocos romeros. Porque allí no habrá habido, siendo generoso, más de 500 personas. Y esto, en una ciudad de más de 150.000 habitantes y en la que debe haber al menos un par de decenas de miles de funcionarios es para echarse a llorar.
Y sonoro. Porque allí a lo único que se ha dedicado el personal ha sido a tocar esas bocinas tan estruendosas y desagradables que tanto proliferan hoy día por esos estadios del demonio, impidiéndonos a los que teníamos ansias por gritar algunas verdades hacerlo. Así que me he quedado con las ganas de alzar la voz para llamar a los miembros de este gobierno putrefacto que no deja de jodernos, ladrones, sinvergüenzas, cobardes y otras cosas que, ahora, más en frío, prefiero callar porque creo que no es necesario decirlas.
Así que, tras, a pesar de lo dicho, felicitar sinceramente a los pocos funcionarios que estaban presentes –no, en cambio, a los funestos directores de orquesta de la malograda concentración-, he de reprobar a los que, a pesar de tener motivos más que suficientes para estar allí, se quedaron en casa durmiendo la siesta o apoltronados en el sofá babeando frente a cualquier basura televisiva que estuviese programada a esas horas. A estos que, finalmente, con su actitud, tendrán más que merecido cualquier recorte que se pueda producir en sus derechos por no haber luchado por ellos.
Y, haciendo un inciso para nada baladí, decir que allí me contaron que el famoso casco que perpetró la Universidad de Huelva para celebrar el Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo entrando en el deshonroso Guinness World Records hace apenas un mes, costó a la Consejería de Empleo de la Junta de Andalucía en esta época de crisis la friolera de 24.000 euros. Pa mear y no echar gota.
Así que, aunque supongo que algún profesional de la desinformación puede que ya esté barajando este titular para encabezar mañana la noticia sobre la esperpéntica romería a la que hoy he tenido la desdicha de asistir estupefacto, yo también he tenido que hacerlo, porque sí, lo que hoy ha habido frente a la subdelegación del Gobierno en Huelva ha sido mucho ruido y muy pocas nueces.
Pues aquí , en Madrid, más de lo mismo...las conquistas sociales de las clases trabajadoras( y yo, profesora de la escuela pública es lo que me considero) no han sido un regalo y nadie nos los devolverá si nos los quitan.El gran capital ha conseguido lo que quería...en fin.un abrazo con el cinturón bien apretado y el corazón muy encogido.
ResponderEliminarY en Huesca,idem; un poco más tarde y sin esas temperaturas. Pienso que el personal está hasta los cataplons de los Sindicatos y para algunas mentes, el asistir era como "hacerles el juego"... No sé, es un "pensar" mío.
ResponderEliminarAbrazo, Rafa.