Yo no soy yo, no soy aquel que escribe; los gritos de un espectro me dictan el poema.
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Rendido a la zozobra sin orillas que anega su bogar de soledades, ahogándose en la náusea, en pesadillas, atado el cuello al áncora del vértigo… aún… te ama.
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Espera, no a que llegues, no a que lo ames, tan sólo a que una noche sin auroras visites los rincones de sus sueños, sin ser filosofal piedra en que mude salitre tu fulgor de aguamarina.
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Entre el mar y los sueños no media un corazón que cesa y calla. El límite entre el sueño y lo que expira no es más que un muro plúmbeo en que fracasan las ansias de que un eco se una al salmo.
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La mar es amarilla; la eternidad, celeste. Al fin sólo lo cóncavo perdura; las huellas de esta búsqueda jamás tuvieron nombre: son témpera amaleste.
"Amaleste" que delicia de imagenes y palabras...un abarzo.
ResponderEliminarEl que espera
ResponderEliminardesespera
si una causa digna
lo merece
a que vienen las prisas.
Un rato, sirbuplé.
Ok,León.
Experto con los pinceles de la palabra, no es facil copiar la belleza insinuada en tu "amaleste"
ResponderEliminarUn abrazo