EL GRAN PROBLEMA de la democracia, hoy, en los países mal llamados desarrollados –un carcinoma, cuando crece, no supone desarrollo alguno, sino merma-, no está tanto en la corrupción de las instancias gubernamentales o en el desprecio absoluto de los que detentan el poder político hacia la soberanía popular, como en la inexistencia de algo que pudiese ser llamado pueblo. La soberanía popular, el carácter de pueblo, requieren de conciencia colectiva, de espíritu solidario, de cooperación constante, y hay que conquistarlos día a día con la presencia reivindicativa y activa en las calles, en las fábricas, en las escuelas, aporreando sin descanso las puertas sordas de los diferentes poderes del Estado. Nada de eso existe hoy día, salvo en, aunque entusiastas, pequeños y muy contados grupúsculos que, tildados de radicales, son criminalizados y amordazados desde el poder –poder económico- y sus mamporreros políticos y mediáticos para que el germen democrático que tratan de conservar a duras penas no alcance a florecer desalojando la cizaña involucionista que es vomitada sin descanso desde las fauces del sistema.
si, absolutamente de acuerdo contigo, no se puede explicar mejor.Un abrazo.
ResponderEliminarOK. "Más claro, agua".
ResponderEliminarGenial la imagen de "El Roto".
Besitos, Rafa!!